12 abril 2006

Repertorio Infantil Sefardí de Tradición Oral


Susana Weich-Shahak, Repertorio tradicional infantil sefardí. Retahílas, juegos, canciones y romances de tradición oral. Estudio crítico preliminar de Ana Pelegrín. Madrid, Compañía Literaria, 2001.

Cuando los judíos fueron expulsados de la Península habían vivido aquí durante casi catorce siglos. Como recuerda José Manuel Fraile en una exquisita grabación dirigida por Susana Weich-Shahak (Arboleras, 1996), no pudieron llevarse, en su exilio, ni monedas ni objetos materiales, pero sí un riquísimo repertorio poético-musical que hoy debería figurar en la realidad cultural española. Esta antología viene, como otros trabajos de la misma autora, a remediar en lo posible ese olvido y, sobre todo, a restituirnos la memoria, cuyo origen es muy anterior a nuestra propia existencia. Para ello, la profesora Weich-Shahak ofrece un enjundioso corpus de tradiciones infantiles recogidas en prácticamente todos los enclaves de la diáspora mediterránea, desde Marruecos a Turquía, desde Francia a Israel, pasando por Bulgaria, Grecia o Macedonia. Es el resultado de unas esmeradas y exhaustivas encuestas iniciadas en 1975 y prolongadas hasta hoy mismo. A través de ellas, y como bien demuestra la oportuna documentación fotográfica incluida en el volumen, informantes ya aedados, y en ocasiones hasta ancianos, se reinstalaron por unas horas en su infancia lejanísima para rescatar los tesoros folklóricos de la niñez y concedernos el privilegio de vivir el tiempo de otra manera, de esa forma ritual y cadenciosa –lógica, por tanto- que la civilización parece habernos negado definitivamente.
Pero vayamos por partes. El Repertorio Tradicional Infantil Sefardí (RIS, desde ahora) no es sólo un refugio para la evocación sentimental. Los estudios introductorios que incluye, el material que estudia, la perspectiva lúcida con la que se ha clasificado, las notaciones musicales que acompañan a los textos y, en definitiva, su naturaleza misma, hacen de él un corpus excepcional, modélico en el ámbito de los estudios sobre la oralidad.
A estas alturas, cuando la documentación sobre la materia tradicional panhispánica resulta ya inabarcable, no es fácil asumir la necesidad de estudiar cada repertorio estableciendo correspondencias entre lo recolectado y lo documentado previamente. Susana Weich-Shahak no lo esquiva y abre el RIS con una introducción teórica en la que indaga en el carácter sincrético del corpus, es decir, en sus conexiones con materiales de fuentes antiguas, con el resto de la tradición hispánica y con las culturas del entorno en el que se ubicaron los sefardíes en sus diásporas. Concreta así, en primer lugar, los diversos grados de relación que los textos y juegos sefardíes mantienen con los folklores hispánicos, y que van desde la semejanza en estructuras y temas hasta las coincidencias que atañen a la función. Más tarde, analiza las concordancias del material con documentos inquisitoriales y criptojudíos, para concluir con un esclarecedor reconocimiento del trasfondo religioso propiamente judío que anima el significado de muchos de los textos. En último término, tal perspectiva se prolonga a lo largo de la lectura del RIS, desde el momento en que, en muchísimos casos, la autora ha anotado al pie de las versiones una ingente información que enriquece el planteamiento inicial: comentarios particulares, o traducciones de términos y expresiones incorporadas a tal o cual texto por la proximidad cultural con otras lenguas (hebreo, turco, búlgaro, árabe, griego o arameo).
El RIS sigue desbordando cualquier expectativa ante la lectura del estudio crítico de Ana Pelegrín (Tuvo que contar cien y un año). En perfecta sintonía con Weich-Shahak, Pelegrín prolonga el doble objetivo de trazar correspondencias culturales y, desde ellas, desvelar significados poéticos. En este caso, su intención le permite completar el perfil global del corpus al establecer los diversos grados de tradicionalidad apreciables en los textos, delimitando sistemáticamente unos materiales “de primera generación” -documentados en el Siglo de Oro o delatores de su antigüedad por su formulación-, otros de incorporación tardía –justificada ésta por la convivencia de la comunidad infantil sefardí con niños españoles durante la época del Protectorado Español en Marruecos, por ejemplo- y otros, en fin, pertenecientes en exclusiva al repertorio sefardí. Tuvo que contar cien y un año es, además, uno de los ensayos más lúcidos, rigurosos, deliciosos y sensibles que se han escrito sobre la tradición oral infantil: emplea, al mismo tiempo y en igual proporción, la erudición para lo inteligible y la intuición poética para lo enigmático. Valga, como muestra, la riquísima documentación icónica y literaria con que se comentan los juegos y, sobre todo, el iluminador análisis de las versiones griegas de Esterica, mi hermanica.
A Pelegrín remite también Weich-Shahak a la hora de fundamentar la clasificación por la que ha optado. Verdaderamente, resulta muy complicado ordenar –para comprender- un repertorio en el que en cada texto “se hace” por un conglomerado de palabras, ritos, gestos, imágenes y evocaciones, y que además oscila muchas veces entre el uso lúdico que el niño hace de su cuerpo y su voz, y la función que la madre, como primera nutridora del caudal poético, desempeña. Es por eso que parece muy acertado partir –como aquí ocurre- de la consideración del texto infantil como “retahíla” y proceder a una distinción en tres categorías básicas, dependientes de la estructura y de la temática: retahílas escénicas, retahílas cuento-fórmula y retahílas petitorias. Y es enormemente clarificador agrupar bajo tales etiquetas distintas subcategorías atendiendo a la función que los materiales cumplen en el desarrollo del niño. Así, es posible apreciar y aprender cómo, por ejemplo, el modelo esencial de la retahíla escénica se actualiza en un uso diversificado según sirva para canalizar la comunicación entre madre e hijo, entre niño y niño, o entre el niño y la naturaleza. Siguiendo tal lógica, la incorporación al RIS del repertorio de juegos sin texto está más que justificada puesto que -como apunta la autora- por encima de las particularidades de los juegos documentados, la presencia de éstos en la colección permite acceder a una comprensión global de la actividad lúdica de los niños de la comunidad sefardí.
¿A qué jugaban estos niños?, ¿qué cantaban en sus juegos? La pregunta, obligadamente, se plantea en pretérito. Susana Weich-Shahak comenta su asombro ante el esmero con que los informantes del repertorio han atesorado en su memoria retahílas, canciones y romances hoy ya en desuso. Su asombro también revela la pesadumbre por la desestructuración de una sociedad folklórica modélica, capaz hasta hace poco de desechar la renuncia a sus tradiciones por medio de una secular recreación de su legado cultural. ¿Qué cantaban los niños? Algunos hemos llegado a tiempo de oírlo. Y aún tenemos la oportunidad de repetirlo.
El RIS, como decía al principio, guarda el secreto de medir el tiempo humanamente. Con él podemos ofrecer palabras a nuestros hijos para que den nombre a los dedos de su mano (Chico menico, / rey del anillico...), podemos celebrar el primer diente del niño (Lentina hay abajo, / comer pan y escarabajo...), interpretar su estornudo como un don divino (Vivas, crezcas, / te engrandezcas y florezcas), cortar el miedo a sus primeros pasos (Con nombre de Dió le corto el miedo, le corto el espanto, le corto con azúcar), bendecir su crecimiento (Creció el asnico y se desmenguó la albardica), elaborar un bálsamo para sus pequeñas heridas (Bienvenú, hija de Sultana, / que no mos tenga dingún mal...) o serenarle el sueño (Cuatro cantonadas / hay en esta casa...). Tejiendo y destejiendo la madeja de la memoria que aquí tanto se invoca, a lo mejor otros niños, los nuestros, los que nos siguen, ensayen el amor al compás de Hilo de oro, la memoria en el laberinto de La mora, la burla al ritmo de Luvia menuda, la suerte en el enigma del Recotín, recotán, la magia en la espiral del Caracol col, col.

Publicado en Estudos de Literatura Oral (núms. 7-8), Universidade do Algarve